El castillo de pastel.

Cuento mágico pastelero. 
El castillo de pastel. ®. 

Capítulo I.

La milhoja de turrón y el bocadito de nata.

Erase una vez un obrador de pastelería, donde se elaboraban los más sabrosos pasteles de aquella Villa. Algunos amantes de la pastelería contaban incluso que hasta los Dioses, encargaban sus pasteles allí, bueno, esto contaban a modo de cuento los viejos del lugar a los más pequeños. Todos los días las bandejas del escaparate y de los expositores tenían que ser repuestas con nuevos pasteles ya que el negocio tenía una gran clientela, todos se relamían de placer al probar aquellos dulces.

Un día el Maestro pastelero que era soltero se enamoró de una linda mujer y fue correspondido, así que el amor, le inspiró sobremanera a la hora de elaborar por aquellos días, sus pasteles preferidos. Preparó una buena remesa de milhojas de turrón y otra de bocaditos de nata, tras la cocción, colocó ambas bandejas en la mesa del obrador para cuando los dependientes se quedaran sin existencias. Después de terminar su jornada laboral, el pastelero se aseó y se marchó silbando en busca de su amada. Cuando el obrador quedó vació algo extraño y mágico ocurrió, una de las milhojas de turrón, la más sabrosa y dulce y a la vez la más bonita de todas las milhojas que poblaban aquella bandeja; abrió unos ojillos. ¡Tenía vida! Pero el resto de compañeras no, comenzó a mirar hacia todas partes pero ningún pastel de los que veía tenía ojos ni vida, entonces vio al otro lado de la mesa otra bandeja de bocaditos de nata. 

- Me temo que estoy muy sola, se dijo. 

Un pequeño destello que provenía de la bandeja de los bocaditos la hicieron mirar hacia allí, no salía de su asombro cuando vio a un bocadito de nata que la miraba con ojos dulces... Intentó hacerle señales y comprobó que tenía brazos de hojaldre y piernas de turrón. 

- Eh, puedes oírme. Gritó la milhoja al bocadito de nata que se incorporó de la bandeja y fue caminando con una flor que había hecho de un pequeño sobrante de sidra y hoja y un trocito de guinda. Asustada echó a correr saliéndose de la bandeja, entonces, el bocadito de nata con la flor que había echo de restos de dulcerías le vociferó: 

- No temas, solo quiero regalarte esta dulce flor, he comprobado que estamos muy solos en este obrador. 

La milhoja de turrón se paró entonces y esperó que se acercara. 

- Hola me llamo Bocadito. ¿Y tú? 

- Me llamo Milhojas y tras decir esto se puso a llorar desconsoladamente. 

- Coge esta florecilla, la he elaborado para ti, sabes. No llores, además, solo nos tenemos el uno al otro. 

- Gracias por la flor, eres muy rico. ¿Y que haremos ahora? Preguntó sollozando la rica milhojas al bocadito de nata.


Una gran magia surgió entre los dos, inesperadamente, se oyó otra vocecilla provenir de uno de los sacos de pan duro. 

- ¡Ni se os ocurra tocaros! 

- ¿Quién habla? - Exclamó el bocadito. 

- Uy, tengo mucho miedo, bocadito. 

- Yo te protegeré, no temas. 

- Pero si tú eres más blandito que yo cómo vas a protegerme? 

- Esperad, debo deciros algo, ya subo por la pata de la mesa. 

- Ay, que feo eres. 

- Siento haberos asustado. 

- ¿Por qué vistes de negro? 

- Soy un croissant duro, que como vosotros fue elaborado con suma inspiración. Pero sobré, a nadie le apeteció comerme y por esto me quedé con el pan duro, soy muy religioso, ya que el maestro pastelero me creó el mismo día que vino de ver a la Virgen de Fátima. 

- ¿Y nosotros? ¿Puedes decirnos algo de nosotros? 

- Pues si, el maestro pastelero se ha enamorado y ha sido correspondido y por esto tenéis vida. 

- ¿Hay más como nosotros? 

- No. Y llevo aquí varios meses, pronto me molerán para pan rayado, si dejo de tener fuerzas para ocultarme. 

- ¿Molerán?. ¿Qué significa eso? - Preguntó el bocadito. 

- Mejor que no lo sepáis, respondió el croissant endurecido por el paso de los días y la soledad. 

- Tú llevas aquí más tiempo, exclamó sollozando la milhojas al croissant. ¿Puedes decirnos que haremos el bocadito y yo? 

- Pues dejaros llevar. No os mováis de la bandeja, por la mañana temprano alguien vendrá y os llevará al expositor y con suerte por la tarde habréis muerto de muerte natural, alguien os digerirá y os convertiréis en sangre humana, que a fin de cuentas es el destino de todos los pasteles, si sobráis os ocurrirá como a mí y os molerán o moriréis arrugados en algún saco o rincón del obrador.


Siendo así, los tres amigos se despidieron y tanto la milhojas como el bocadito hicieron lo que el croissant les aconsejó... Pero durante la noche ocurrió algo, una extraña sensación abordó al bocadito de nata que se había enamorado perdidamente de la milhoja de turrón y a ésta le ocurrió lo mismo, no podían dejar de mirarse desde la distancia de sus bandejas, pero cada vez que intentaban salirse de su espacio para reencontrarse el croissant gritaba desde la abertura de su saco. 

- Noooo. Quedaos ahí o os ocurrirá como a mí. 


Pero su amor era tan grande y tan dulce que a media madrugada mientras el croissant  dormía  decidieron volver a encontrase a mitad de la mesa. 


- Hola milojita. 

- Hola bocadito mío. 

- Deberíamos casarnos antes de morir. 

- Si eso he soñado, pero ¿Quién nos casará? 

- Je, je. Tengo una idea, exclamó el bocadito... 


Entonces en la lejanía se oyó unas carcajadas tenebrosas que no lograron despertar al croissant. Jo, jo, ja, ja, ja, ja, ja... 

- ¿Has oído eso milhojita mía? 

- Si estoy temblando. 

- No tiembles amor mío o se te descompondrá el hojaldre. 

- Uy quién será. 


De repente apareció en la mesa  una magdalena oscura de chocolate malvada corroída por el dolor y la soledad. 

- Hola, ja, ja, ja, ja. Soy la bruja de la pastelería. No os mováis os echaré un hechizo pastelero  y caeréis de la mesa y quedaréis despachurrados. Je, je, je, je. 

- El bocadito se acercó a la milhojas para protegerla pero no podían estar muy cerca pues quedarían mezclados sus cuerpos y sus sabores, se puso delante para evitar que la magdalena  poseída hiciera daño a su amor. 

- Tú eres muy blandito estás echo de nata, je, je, je, je. ¿A quién intentas proteger tú?... 


Entonces apareció por detrás de la magdalena el croissant portando un palito y le arreó dejándola inconsciente. 

- Aprisa, debéis huir al despacho y poneros en las bandejas de ayer, así ella ya no os encontrará. Aún tenéis una oportunidad...

 

Fin capítulo I y adelanto.

Todos los derechos reservados. ®.

Autor relato: Jorge Ofitas.

Spain. 2005. Europe. 2024.®.

 

 

 

Capítulo. II. 

 

El obrador y su despacho a la calle se hallaban esos días muy concurridos de personas y clientes debido a la proximidad de las fiestas navideñas, por esto había más salida de productos pasteleros que en otras épocas del año. La milhojas de turrón y el bocadito de nata hicieron lo que el croissant les aconsejó y se camuflaron entre las bandejas del mostrador del bonito despacho cafetería, sin embargo ambos sabían, que si por la mañana algún cliente los compraba su vida como pasteles tocaría su fin y además quedarían separados para siempre...


Continuará... 


Fin adelanto del cuento

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