Verne con el fantasma de la ópera. ®.


 Verne con el fantasma de la ópera. ®.
Serie Sueños de Verne. Relato 12.
Realismo Mágico. 
Metaficción 
Autor: Jorge Ofitas. ®.


La pócima de Verne lo sumergió en una nueva realidad. Esta vez, el viaje no lo llevó a un tiempo o lugar distante, sino a la mismísima París de su época. Sin embargo, no era la bulliciosa ciudad que conocía, sino la que yacía bajo tierra, en los cimientos de la majestuosa Ópera Garnier. Los sueños y las pesadillas de la ciudad se condensaban en un solo lugar. El aire olía a polvo antiguo y a flores marchitas.
Guiado por una melodía que parecía nacer del mismo éter, Verne se aventuró en el laberinto de túneles. Las sombras danzaban a la luz de las linternas. Un lago subterráneo, oscuro y misterioso, reflejaba la débil luz de las velas. Al otro lado, en su guarida, un órgano se alzaba imponente.

El Fantasma, un ser de capa negra y máscara blanca, parecía un reflejo de los propios miedos de Verne. No era un monstruo, sino un genio solitario, un arquitecto del sonido y la penumbra. Su voz, profunda y melancólica, resonó en el vasto espacio.

—Veo que has encontrado mi santuario, viajero. ¿Vienes, como todos, a presenciar mi dolor? —dijo el Fantasma, sin dejar de tocar su órgano.

Verne, asombrado por la música y el lugar, no tuvo miedo. Su fascinación por lo desconocido superaba a cualquier temor.

—Mi nombre es Julio Verne. He venido porque he oído hablar de tu genio, de tu arte.

El Fantasma interrumpió la melodía, se levantó y se acercó a la orilla del lago. Por un momento, su figura se estremeció.

—Mi genio... ¡ja! ¿De qué sirve el genio si el amor me ha sido negado? No sabes el tormento de crear la música más bella del mundo para un solo ser, Nalythaca, para que luego ella se asuste de mi rostro y me rechace por otro. La amé... y esa luz me fue arrancada.

En su desolación, el Fantasma se sentó al lado de Verne. Por primera vez, se sentía lo suficientemente solo como para abrir su alma. Verne escuchó con atención.

—El mundo ha visto tu rostro y te ha juzgado. Pero yo he visto tu obra y tu dolor —dijo Verne con calma, abriendo el maletín que siempre llevaba consigo. De su interior extrajo un pequeño dispositivo metálico.
—Mi mundo, Erik, no solo ha inventado la máquina del tiempo, sino también la del cambio. Llevo conmigo un procedimiento de cirugía plástica que, en cuestión de minutos, puede restaurar cualquier rostro. Es un arte del futuro, sin dolor, sin cicatrices... un procedimiento que podría darte la belleza que el mundo te negó.

Erik se quedó inmóvil. La idea de un nuevo rostro, de poder caminar bajo la luz sin miedo, de ser digno del amor de Nalythaca, era tan abrumadora que apenas podía procesarla.

—¿Estás... bromeando? —preguntó con un susurro que apenas se oyó por encima del murmullo del lago.
—No. Te ofrezco la posibilidad de que el mundo te vea como tú te ves a ti mismo. Te ofrezco la opción de no ser más una sombra, de vivir entre los hombres.

Erik se quedó en silencio, contemplando su reflejo en el lago. Una lágrima de esperanza y terror resbaló por su máscara. El tiempo se desvanecía. La pócima de Verne comenzaba a perder su efecto, forzándolo a regresar. El eco de la música del órgano, que ahora sonaba con una nueva y esperanzadora melodía, fue lo último que escuchó.

Verne despertó en su cama. El maletín había quedado en la orilla del lago subterráneo, un regalo dejado en el tiempo y el espacio del Fantasma.

Días después, Erik, solo en su guarida, se armó de valor. Miró una última vez su reflejo desfigurado en el agua y, con manos temblorosas, activó el dispositivo. Una luz azul y suave lo envolvió. El dolor no existió, solo una extraña sensación de reordenamiento molecular. Cuando la luz se apagó, Erik se quitó la máscara. El reflejo que vio en el agua era el de un rostro de belleza serena y perfecta. Un hombre nuevo había nacido.

Abandonó su antigua vida y se hizo llamar Joseph. Se convirtió en un aclamado tenor y compositor, y el día de la presentación de su nueva ópera, "La flauta de jazmín", Nalythaca, ahora la estrella principal, se presentó ante él. Ambos se enamoraron en el escenario, en medio de la representación. Al final, todo París, de pie, aplaudió con euforia a la nueva pareja, mientras su amor ya no era un tormento, sino una sinfonía de felicidad.

Erik, el Fantasma, dejó de ser la sombra de la Ópera, y con su nuevo rostro, encontró la paz y el amor que tanto anhelaba, gracias a un viajero del tiempo que le ofreció, no un consejo, sino un milagro de la ciencia.


FIN

Autor relato: Jorge Ofitas. 
Autor Serie Sueños Verne: Jorge Ofitas. 
Spain.2025. ®. Europe. 2025. ®.

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