Los cinco enanitos de la gran guerra. ®.
Los cinco enanitos de la gran guerra. ®.
Microcuento.
Este relato tiene matices de ficción especulativa y de surrealismo,
con un toque de drama histórico fantástico.
Esta mezcla es lo que lo hace tan especial.
Autor: Jorge Ofitas.
El Capitán González Domínguez de Pérez suspiró, el sonido de la lona de su uniforme crujiendo en el aire inmóvil del jardín. La indignación era un peso tan pesado como su casco. A su lado, sus compañeros de regimiento, el soviético Borís, el británico William, el alemán Hans y el japonés Kenji, esperaban la orden.
—Todo... todo fue en vano —murmuró el Capitán, con la voz apagada—. Luchamos por un mundo mejor, para que el futuro fuera libre. Vimos fronteras levantarse de nuevo y palabras de odio volviendo a sonar.
Los cinco, camaradas que en otro tiempo habían combatido en bandos opuestos de la Gran Guerra, ahora compartían una misma indignación.
William bajó la mano, su frustración se transformó en una perplejidad repentina.
—Y además, ¿os habéis fijado? —dijo con voz grave—, nos hemos quedado enanos.
Todos se miraron. De repente, la frustración por el futuro se mezcló con la extraña realidad de su presente. El Capitán González Domínguez de Pérez se estudió las manos de yeso. Borís, con una mueca de incredulidad, trató de saltar y apenas se levantó del suelo. Hans se encogió de hombros con resignación.
—Sí —murmuró Hans—, ahora somos solo figuras de adorno. El futuro no nos necesita.
Estaban a punto de responder cuando un extraño resplandor, del color de las estrellas más lejanas, los envolvió a los cinco. Sus ojos de piedra se cerraron y, al abrirlos, ya no estaban en el jardín.
Habían aparecido en un lugar vibrante, lleno de colores que nunca antes habían visto. El aire olía a flores frescas y a promesas nuevas. La guerra era una sombra distante, una memoria de otro tiempo. A su alrededor, una escena de paz serena se desplegaba. Los cinco miraron a sus lados y, en lugar de a sus camaradas en el frente, vieron rostros sonrientes y llenos de vida: hermosas mujeres y niños que jugaban sin preocupaciones. La amargura y la frustración que habían sentido se disolvieron, reemplazadas por una paz profunda.
Tan bello era el sueño. Una gota de rocío rodó por la mejilla pintada del Capitán.
FIN
Autor relato: Jorge Ofitas.
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