El desierto y el paraíso. ®. (Microcuento místico)
Dos hombres aventureros se adentraron en el desierto, bien pertrechados con comida, agua y todo lo necesario para abordar cualquier acontecer. Iban preparados contra el mundo. Al mirar hacia la derecha, uno de ellos vio una figura solitaria. Un hombre meditaba casi desnudo, inmóvil bajo el sol inclemente.
El primer viajero codeó al segundo y susurró: “Mira a ese hombre. Está solo, ahí, meditando. ¿Cómo puede sobrevivir sin nada? No tiene agua ni protección, solo su mente.”
El segundo viajero iba a sugerir compartir algo de su provisión, cuando el primero, con una voz más dura, lo detuvo: “No, no, no dar a nadie nada, y menos a ese. Él está ahí en el desierto meditando y sabrá muy bien a qué atenerse. No hay que dar agua y comida, y eso no.” El segundo aventurero se encogió de hombros, asimilando la lógica del miedo. “De verdad, llevas razón. Vámonos.”
Caminaron apenas unos metros cuando el yogui o el meditador se les acercó, con algo en las manos, y les dijo:
- “Estoy aquí meditando a Buda, y quisiera compartir con ustedes esta agua fresquita que he localizado en un manantial subterráneo y estos manjares que a mí me van a sobrar. Si quieren, puedo compartirlo con ustedes.”
Los viajeros continuaron su marcha con cara de estreñimiento, extrañados y abochornados por su propia mezquindad. La revelación de la abundancia del yogui los torturaba. Entonces, uno de ellos se detuvo, y luego el otro se volvió para mirar al asceta. Uno de los aventureros le dijo: “Por favor, ¿puedes explicarnos cómo, siendo tan desvalido y con tan poco, nos ofreces tú todas tus viandas y todo lo que tienes?”
El yogui, mirándolos con ojos brillosos de verdadera vibración, respondió:
“Porque siempre es mejor la compasión que tener que pelear con tu propia conciencia.”
FIN
La Parábola Final del Maestro:
"No importa si cruzas el desierto sin provisiones, pero jamás podrás cruzar un desierto sin compasión"
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