El sueño de un espantapájaros. ®.
El sueño de un espantapájaros. ®.
Fantasía. Relato mítico Multiverso.
Jorge Ofitas. ®.
Minerva poseía un huerto jardín muy hermoso cerca de la orilla del mar. Un mar por cierto que siempre se encontraba calmo y de un azulado zafíreo algunas noches cuando pasaba por allí cierta constelación. Su huerto estaba rodeado de árboles frutales y otras arboledas donde anidaban aves que se comían parte de los frutos que ella misma cosechaba y cuidaba con esmero siendo la madrugada el momento más propicio del día para su inspiración. Allí había higueras, almendros, manzanos, naranjos, bellos pinos y acebuches más otras frutas y verduras. Poseía ella junto a su huerto un jardín de bellas flores con un lago redondo en medio rodeado de estatuas de color blanco puro reflectante, eran doce. Las estatuas varones estaban todas enamoradas de Minerva ella al principio lo ignoraba, aunque a veces le parecía haber visto moverse los ojos de algunas; cuando giraba la cabeza para comprobarlo se dio perfecta cuenta de que las miradas estaban en orden, debió ser ella, se encontraba preocupada por su huerto y decidió crear un espantapájaros muy especial para que ahuyentara a las aves que se comían los frutos pues en el nivel de conciencia de Minerva no existía la muerte y muchos menos el matar en su mundo la naturaleza tenía prohibido derramar la sangre de los seres vivos. ¿Qué nombre pondría al espantapájaros? Sonrió. Dilucidó creativamente que le haría falta un Ícaro algo amoroso con la matiz de un verdadero payaso y también debía tener mala leche es decir genio y rabia ante la impostura por supuesto el espantapájaros nunca tendría conciencia de ello. Así que se puso a trabajar con su inmensa mente y bello corazón y pidió a las doce estatuas que rodeaban el lago que crearan a Ícaro el espantapájaros. Las estatuas se encendieron dirigiendo un halo de luz unificado hacia las aguas del pequeño lago de color celeste puro, minutos después emergió un bonito espantapájaros con los ojos marrones y verdes en verano, de piel blanca, perdón de palo rubicundo. Las estatuas se apagaron y Minerva llevó a Ícaro al huerto donde lo clavó antes de marcharse a su casa cerca del mar le dio un beso diciéndole cariñosamente que cuidase bien del huerto que era el mejor de los trabajos pues nunca tendría que hacer nada solo quedarse quieto, por supuesto ella bromeaba consigo misma pues Ícaro era solo eso un muñeco diseñado sin vida aunque en realidad no era así pues Ícaro el espantapájaros sin que ellos lo supieran podía verlo y oírlo todo, también poesía el sentido del olfato a gran distancia y el del tacto; sólo no poseía el sentido del gusto, pues vivía de la nada como si de un ser inmortal se tratara.
Algunos pájaros extrañamente comenzaron a hacer un círculo en torno a Ícaro que se encontraba harto contrariado al comprobar que no asustaba a los pájaros más bien todo lo contrario parecía caer simpático a los alados, siendo así más pronto que tarde acabaría en la hoguera. Entonces el ave más grande que había en el grupo de muchas especies un hermoso halcón peregrino de color blanco purísimo junto con dos cuervos uno a cada lado comenzó hablar telepáticamente con Ícaro el espantapájaros y éste podía escucharle. Sin duda también le podía responder. Y así lo hizo. La propuesta del halcón era que no querían arruinarle la vida pero que debía dejar que algunas aves comieran frutos sin que esto enfadase mucho a Minerva. Entonces Ícaro pensó: - ¿Si no me tienen miedo y yo no puedo hacer nada por echarlas por qué me ofrecen un trato? Entonces vio la luz pues comprendió que podía hablar telepáticamente a Minerva, seguramente este sería el temor de las aves. Así que aceptó el trato sin decir nada más y todas las aves regresaron a sus nidos y escondrijos. Un búho llegó en la noche regalándole una flor de loto con una rana dentro para que nunca más estuviese solo. Ícaro sentía deseos de sonreír pero no podía hacer ni la más mínima mueca, pues su naturaleza era estar siempre tieso. Algunas veces podía mover los ojos aunque solamente en los quince días luminosos de la luna. Miraba a los búhos a las estrellas veía al lejos la casita de Minerva al que él consideraba una Diosa pues lo había creado y podía sentir. Soñaba con el mar cuando se dormía pensando en Minerva hasta que el picotazo de algún pájaro lo despertaba y él se ponía a gruñir. Un momento. ¿De dónde pudo salir ese gruñido? Con el tiempo cada vez podía hacer más cosas aunque cuando Minerva llegaba al huerto el quedaba bloqueado total y seguía aparentando ser lo que era un espantapájaros de palo rubicundo.
Una bellísima noche de luna llena Minerva llego sorpresivamente a su jardín, las estatuas del lago se bañaban en él las noches como esa sin embargo ninguno de aquellos misteriosos seres visibles o no esperaban a Minerva que llegó con dos Diosas Hécate y Artemisa. Se metieron en el lago mágico azul celeste brillantísimo a darse un baño de lunas llenas rodeadas por las estatuas esculturas preciosas de sabios y fornidos maestros construidos de luz y porcelana que podían volverse de mármol blanco. Ícaro podía verlo todo desde su posición en el huerto. Él sabía que todas las estatuas de la fontana tenían vida cómo él sin embargo se guardaban el secreto porque sospechaba que si Minerva descubría que tenían alma y vida se asustaría y los destruiría, aunque en ocasiones ella les hablaba como si realmente supiera que tenían vida.
De repente a una de las estatuas se le encendieron los ojos y cobró vida. Era un arquero mitológico estatuado trastornado de amor por la diosa Minerva. En ese mismo instante las diosas hermanadas de Minerva desaparecieron. Fue cuando Ícaro intentó salir de su enclave en el huerto para salvar a la Diosa que lo creó. Él sabía que aquella estatua estaba resentida con Minerva por el uso que hacía de sus poderes. Si ella desaparecía lo haría todo aquel paraíso suspendido en el multiverso. Llamó a todas las aves para que increparan a la estatua pero los alados le dijeron que no tenían acceso al jardín mágico, lo que único que podemos hacer, dijeron, es construirte unas alas y tú mismo vueles hacia ella y evites su muerte y la del paraíso visible.
Las aves y otros insectos aventajados construyeron unas alas a Ícaro lo suficientemente grandes para volar hasta el lago donde se encontraba la Diosa en peligro inminente pues ahora eran dos la estatuas que iban a por ella pero la segunda era por amor a Minerva y se enfrentó con el arquero que en realidad también la amaba no quería dañarla solamente poseerla y tener una larga progenie pues así sería liberado del estatuado y después podría ser un semi Dios y retirarse a los bosques para meditar hasta su muerte. Finalmente lo único que ocurrió fue que Minerva salió del lago y las estatuas regresaron a su sitio.
Al día siguiente Minerva decidió quitar el huerto y ampliar el jardín y por supuesto quemar a Ícaro con su loto y su rana como una condecoración que le pusieron las aves en secreto por supuesto. Ícaro sentía deseos de llorar por no poder hablar ni decir nada ella parecía triste al tener que deshacer de él, finalmente hizo una hoguera y lo echó al fuego que subía con sus llamas hasta el cielo mientras Ícaro iba derritiéndose mirando a Minerva hasta que finalmente se extinguió en la noche estrellada llevándose con él todos sus sueños que automáticamente quedaron archivados en las estrellas. De repente Minerva comprobó que todas las aves y pajarillos habían desaparecido también y que los frutos y plantas se habían marchitado, la luna se había apagado y las estrellas no estaban, entonces salió corriendo hacia su mansión del mar para refugiarse y llorar pues le había dado mucha pena quemar a Ícaro y además todo estaba desapareciendo.
Cuando despertó nuevamente todo se encontraba lleno de energía positiva y la noche era bellísima salio de la casa y se sobresaltó Ícaro el espantapájaros estaba plantado allí igual al que ella había creado, tenía una nota en la mano y la flor del loto con una rana dentro seguían colgando de su chaqueta ahora luminosa. Se acercó para coger la nota y abrazó a Ícaro con sus lágrimas pidiéndole perdón por haberlo quemado, entonces oyó, tienes que leer la nota, tienes que leer la nota. ¿De dónde procedían aquellas graves palabras? Fue a coger la nota y entonces el halcón peregrino que volvía a merodear por allí se la llevó diciéndole telepáticamente a la Diosa: - ¡No eres digna de este espantapájaros! Deberás pagar por haberlo quemado.
- Pagaré lo qué deba pagar… ¿Pero qué decía la nota?... – Exclamó la Diosa -
Fue cuando Minerva se convirtió de repente en otro espantapájaros hembra y ambos fueron llevados al huerto por los dioses invisibles (creadores del lago y de las grandes estatuas) y clavados allí uno frente al otro durante largos años de invierno. Mirándose fijamente desde sus palos y manteniendo largas charlas telepáticas de todo tipo hasta que quedaban extenuados. Cuando llegó la primavera y mundo floreció después de muchos milenios una mañana linda Minerva despertó de un sueño profundo alguien llamaba a su cueva del mar era otro delfín, como ella, precioso que se hacía llamar Ícaro ambos se fueron navegando juntos por los océanos sabedores que una vez fueron dioses, ranas, estatuas, árboles, insectos, estrellas, lunas, piedras preciosas, chinos del mar y soles también fueron coliflores y también espantapájaros y antes de todo eso flores de loto, de todo un poco. Así que durante largo tiempo aparte de amarse tuvieron mucho que decirse en idioma delfín por los fondos de la mar Océana hasta que un día cuando más felices estaban encontraron la nota que se llevó el halcón peregrino dentro de una cueva acuífera. Los dos se miraron y decidieron leerla, la nota decía:
“Todo esto es solamente el sueño de un espantapájaros”
Y tras esto toda aquella existencia desapareció. ¿Podría tal fantasía ser regresada a la existencia? ¿O quizá aquella existencia solamente despareció para ciertos e inciertos ojos? Quién sabe… Es tan vasto el multiverso.
Autor relato: Jorge Ofitas.
Autor ilustración de portada:
IA y Jorge Ofitas.
Primera imagen inspirada
con ciertas obras de Jorge Ofitas.
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